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El Parnaso (poemas de Trabarte)




somos ángeles o
simplemente
accidentes
gramaticales. océanos reducidos a carne y horarios
fijos, indigeribles,
con móviles indiscretos y escasa vida privada.
con destino, sin destino
y un amor sin aeropuerto
del que despegar.


Andrés Moreno Aguilar

(de Cancionero de urgencia)

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en caso de pérdida
o desdoblamiento de personalidad,
las páginas amarillas
del otoño.

Andrés Moreno Aguilar

(de Cancionero de urgencia)

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porque es imprescindible salir del laberinto
no cures del todo tu herida.
no olvides el dolor estéril
pero necesario...
y encuentra la luz verde
o la llave mágica
que de su escaño expulse al Minotauro.


Andrés Moreno Aguilar

(de Cancionero de urgencia)


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Cuando descubras la diferencia
- aunque para hallar es necesario perder -
entre beber un libro de agua
en los arrecifes de la calma
y leer tu futuro cada noche
en cristalinas losas de litrona,

desentiérrame – ¡rápido! – del cofre de tu orgullo
y exige sin pudor el deseo más hermoso

que nunca te será concedido

porque la poesía es un genio sin alas
que apenas gana para lápices y bufandas.

... pero siéntete dichoso, oh muchacho, en ese frustrante momento,
porque habrás aprendido a soñar.


Andrés Moreno Aguilar

(de Nueve aullidos de amor y una bala de plata)


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Es la muerte de los minutos sin vida,

la transición del bucle

y el picor de lo monótono.

Faltan diez minutos...

y con todos ellos ¿qué hago?

¿me convierto en cangrejo y los desando?

cada frase que escribo los pierdo

y también es un final que gano...

Las metas de la vida

son peregrinas sin bordón,

nunca sabes si caminas con ellas

o te pisan.

Por eso el hombre mira al cielo

para rezar,

es el egoísmo del espíritu,

el complejo de abismo,

el pozo de lo cotidiano...

Prefiero los caminos verdes y estrechos

con un poco de barro,

sujetar mis pies a la tierra fresca,

repartir mi oración:

una mitad para el musgo,

la otra para lo andado...

Gustavo Villalba
(de "Aquello que nos reservamos")
 

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ÍNTIMAS




Creía que si alguna vez caían del cielo yo las podría coger como frías bombillas planas del tamaño de mis manos y que podría adornar el techo de mi habitación con ellas, como si fueran estrellas de mar...

Era un tiempo, todavía, sin los dioses de los hombres castigando y atormentando mi conciencia.

Era un tiempo en el que plantar fideos en una maceta resultaba una prueba crucial para empezar a perder mi sana inocencia.

Apenas tenía cinco años...

Alguna cosas han cambiado desde entonces sus colores, incluso en los recuerdos.

Pero sigo pensando en las estrellas como si fueran luces al alcance de las manos y soñando, he ido plantando ilusiones bajo la tierra...

Gustavo Villalba

(de "Aquello que nos reservamos")